A sus trece años, Catalina empezó a asociar la prosperidad de las niñas de su barrio con el tamaño de sus tetas. Pues quienes las tenÃan pequeñas, como ella, tenÃan que resignarse a vivir en medio de las necesidades y a estudiar o trabajar de mesera en algún restaurante de la ciudad. En cambio, quienes las tenÃan grandes como Yessica o Paola, se paseaban orondas por la vida, en lujosas camionetas,